En fecha reciente, me inyectaron las dos vacunas contra el COVID. Pertenezco a la Tercera Edad.
He de reconocer que el sistema de vacunación para miles de personas que fuimos citados en el Auditorio Nacional fue bastante fluido. Pensé que me esperaban tumultos y aglomeraciones o demasiados trámites burocráticos, pero no fue así.
Había un gran despliegue de elementos de Tránsito que agilizaban el tráfico vehicular. Después se prepararon anchas hileras en las que se nos animaba a circular a buen paso y, por supuesto, cuidando la sana distancia.
Un detalle agradable fue la cantidad de voluntarios que amenizaban ese arribo cantando, aplaudiendo, echando porras, diciendo a voz en cuello a todos los que ingresábamos, con una amplia sonrisa: “¡Bienvenidos!”; otros más mostraban sus habilidades con balones de futbol Todo ello para hacer más grata la estancia en este lugar.
Imaginé que nos asolearíamos bastante, pero no fue así porque había largos pasillos cubiertos con lonas blancas.
En la hilera del lado derecho, iban las personas en sillas de ruedas a los que, como es lógico, se les dio preferencia y se les iba abriendo paso en la medida que avanzaban.
Luego unas amables señoritas nos hicieron favor de llenar unas hojas para que sirviera como comprobante –en ambos casos- de haber recibido las dos vacunas, presentamos la credencial de elector y el comprobante de domicilio.
Arribamos finalmente a unas sillas donde unas enfermeras aplicaban las inyecciones con las vacunas. En la segunda ocasión, nos mostró a todo el grupo el frasco que contenía la vacuna Pfizer. Mismo procedimiento se siguió con cada uno en lo individual para que quedara muy en claro que la inyección estaba llena y, luego, cuando ya se había vaciado el contenido también se nos hizo notar, después de aplicarla en el brazo.
A continuación, pasamos a una amplia y ventilada “sala de observación”. Ahí estuvimos alrededor de veinte minutos, para que médicos y enfermeros se cercioraran que no había reacciones adversas. Junto a nosotros se encontraban cerca de quince ambulancias.
En ese lugar recibimos numerosas indicaciones: guardar reposo en las primeras horas, tomar Paracetamol en caso de temperatura, evitar el ingerir bebidas alcohólicas por dos semanas.
Para que nadie se alarmara, nos explicaron los pequeños efectos secundarios: somnolencia, cuerpo cortado como cuando da una gripe, excesivo vigor corporal, dolores musculares alrededor del brazo, hinchazón, etc.
Me venían a la mente la gran cantidad de personas enfermas de COVID y los que ya han fallecido. Tengo un primo, José, quién no obstante que tomaba todas las medidas de prevención, cierto día le dio esta pandemia. En un principio, pensábamos que se trataba de un fuerte resfriado o gripe, pero luego le sobrevinieron fuertes temperaturas.
Así que fue internado en el hospital y al tercer día nos dijeron que sus pulmones se encontraban sumamente dañados y que esa misma noche moriría. Que eligiéramos si sus familiares queríamos que falleciera en el hospital o en su casa. Naturalmente nos lo llevamos a su casa y cuatro horas después falleció. Reconozco que para todos fue un duro golpe moral porque nadie pensaba que era COVID y que moriría tan pronto.
También un tío, Arturo, quién al cumplir 90 años le dio esta enfermedad, todos intuimos que pronto fallecería, a decir por su edad, pero sobrevivió, gracias a Dios.
Así que, en cuanto le tocó su turno de vacunación, lo llevamos en silla de ruedas y todo el personal sanitario que lo atendió en el Auditorio Nacional se comportó con especial amabilidad, tanto en la primera como en la segunda vacuna.
Muchos otros amigos que tuvieron COVID se curaron pronto, pero tengo otro amigo que lleva seis meses con oxígeno porque sus pulmones resultaron muy afectados. Muchos otros familiares, parientes y conocidos fallecieron. Ha sido una temporada dolorosa para nuestras familias, para la población mexicana y el resto del mundo.
Platicando con un colega que le gusta la Literatura de Ciencia Ficción, le comentaba:
- “Ni en la novela más dramática de ficción, hubiéramos esperado que ocurriría esta pandemia y más con estas dimensiones mundiales. ¿No lo crees así?”
Y me comentaba:
“-Así es. Se trata de una pandemia que supera a todo lo imaginado. Pero muchísimas personas, por vez primera, han mirado hacia el firmamento, planteándose el sentido trascendente de esta vida. Muchos compadres y amistades me han dicho que con el COVID sus vidas cambiaron radicalmente y ahora se preguntan por los valores permanentes y han tenido un mayor interés por lo espiritual, lo mismo que un acercamiento afectivo y efectivo hacia su familia.
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