CUANDO LAS INQUIETUDES NO SATISFACEN NI A LA RAZÓN NI AL CORAZÓN

Columnistas con valor

Por: Raúl Espinoza Aguilera | 2020-04-20

El valor de ser católico

Toda la excepcional situación que estamos viviendo en el orbe con ocasión de la pandemia, nos lleva a preguntarnos, sobre cuestiones claves, como: En realidad, ¿quiénes somos? Además de nuestros padres, ¿tenemos a un Creador que nos haya dado la vida? ¿Existe una Inteligencia superior a nosotros? ¿Somos criaturas suyas? ¿Qué espera que hagamos en este mundo? ¿Por qué nuestro paso por la tierra es tan breve? ¿Cuál es nuestro destino final? ¿Por qué la existencia humana es tan frágil y nos enfermamos? ¿Cómo explicar la muerte?

Es sorprendente la capacidad que tenemos los humanos para acostumbrarnos a lo más trascendente en vez de solucionar prioritariamente los cuestionamientos anteriormente mencionados, como auténticos chiquillos en la infancia nos llenamos de juegos y diversos entretenimientos; en la adolescencia nos atraen las fiestas, los deportes, las chicas; luego viene la edad de los grandes ideales y metas para estudiar las carreras universitarias, obtener un título. Después, se plantea el matrimonio y la familia. Y, simultáneamente, una intensiva labor para ir labrando el futuro personal y familiar.

Todo eso está muy bien. En muchos casos es admirable, noble y meritorio. ¿Pero no es verdad que el gran ausente, en medio de todo este panorama de vida, es Dios? Porque en muchos casos se vive como si Dios no existiera, se vive de espaldas a Él y se pretende ignorar su Presencia de nuestras vidas.

En muchos casos, sólo cuando surgen el dolor, la enfermedad y la muerte en nuestros seres queridos y amistades, nos viene el recuerdo de ese Ser Supremo, es como un gran despertador que nos sacude. Es entonces cuando tenemos la necesidad imperiosa de rezar, de acudir a Él al experimentar en nuestras vidas esa tremenda fragilidad.

Por desgracia, otras personas se vuelcan afanosamente en la búsqueda de placeres efímeros, pensando equivocadamente que allí se encuentra la felicidad, pero esos goces pasan pronto, se escapan como agua entre las manos. Y de nuevo vuelve ese estado de insatisfacción, de hastío existencial, como ha descrito magistralmente el psiquiatra vienés, Dr. Viktor Frankl, en su libro “Psicoanálisis y Existencialismo”.

Añade este brillante antropólogo y pensador que el reto de los humanos es preguntarnos: “¿Qué sentido tiene lo que hago? ¿Tiene congruencia?”  Es decir, “busco siempre un ‘porqué’ y un ‘para qué’” de lo que hacemos”? Porque, de lo contrario, correríamos el peligro de convertirnos en “esquizofrénicos dentro de nuestra vida cotidiana”.

Dicho en otras palabras, existen personas que toda su vida van realizando actividades, viajes, planes de forma casi interminable, pero nunca se sientan a pensar sobre estos trascendentes temas y en el momento menos pensado se encuentran con la muerte, como escribe el poeta de Castilla, Antonio Machado: “y un día, como tantos, descansan bajo la tierra”.

Respondo a algunas de las preguntas que plantee en el primer párrafo y que muchas personas me han hecho, en estos días, con ocasión de la pandemia: 1) Somos hechura de Dios y su Inteligencia es infinitamente superior a la nuestra; 2) Nos ha creado por pura bondad suya; 3) Desea que lo amemos, cada vez con más intensidad; 4) Los demás, son nuestros hermanos, donde se debe reflejar y plasmar nuestra correspondencia a ese infinito amor que Dios nos tiene; 5) Espera que hagamos el bien en la tierra, como el Hijo de Dios Encarnado –Jesucristo- lo hizo. 6) La familia, el trabajo, el estudio y todas las actividades buenas, son ocasiones de encuentros con Dios; 7) Nuestro paso por este mundo es tan breve porque Dios, como buen Padre, nos tiene preparado un Hogar donde seremos felices para siempre, siempre y cuando cumplamos con sus Mandamientos (ver en internet Catecismo de la Iglesia Católica); 8) Morimos porque sólo Dios es inmortal. En Dios no hay ni enfermedad ni dolor y, con su Resurrección, venció a la muerte y en Él radica la Vida Eterna.

Todo esto explica por qué las personas tengan gran un anhelo, una sed de Dios. Incluso los hombres que en su juventud o madurez se declararon ateos o, incluso, anticlericales, en el atardecer de sus vidas buscan o se preguntan por la Trascendencia. Nuestro Premio Nobel de Literatura,  Octavio Paz escribía, en uno de sus últimos poemas, que intuía interiormente que Alguien preguntaba por Él, que Alguien lo buscaba y lo llamaba por su nombre, “Alguien me deletrea”, escribía.

Recomiendo a los lectores un libro que escribí sobre afamados personajes agnósticos, ateos e indiferentes a la fe cristiana. Celebridades como el cineasta Eduardo Verástegui; el cantautor Bob Dylan, ideólogo de la generación de los años sesenta; el Premio Nobel de Medicina, Alexis Carrel; el intelectual marxista André Frossard; el iniciador del “New Age”, Louis Pauwels; el comunicador y activista político comunista, Peter Seewald, y un largo etcétera, un día también sintieron que “Alguien tocaba a las puertas de su corazón” y sobrevino un cambio radical en sus vidas. Esta publicación se titula: “Dios preguntó por ellos”, Editorial Minos III Milenio, México, 2016 (se puede solicitar a las distribuidoras de Editorial Porrúa o Amazon).

En todos ellos, nos percatamos de una sed insaciable del Ser Trascendente y cada uno testimonia     -con sencillez y transparencia-  la intervención palpable de Dios que dio un giro profundo a sus vidas.

 

 



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