El pasado domingo primero de marzo, se conmemoró el “Día Nacional de la Familia”. Pero en estos tiempos en que se difunden ideologías confusas acerca de este tema capital, vale la pena preguntarse, ¿qué es la familia? Es la célula primera y vital de la sociedad. Es el núcleo fundamental de un hombre y una mujer -cuna de la vida y amor entre los cónyuges- donde se procrean los hijos. Es en el hogar donde las personas nacen, se desarrollan y se forman en virtudes como hijos, estudiantes o trabajadores y futuros profesionales y ciudadanos.
Monseñor Carlos Aguiar Retes, entonces Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, y actualmente Cardenal Primado de México, transmitió unas reveladoras y valientes palabras -que me parecen de gran actualidad- y que pronunció en un Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en la Ciudad de México. Decía: “La familia es patrimonio de la humanidad, por ello es necesario valorarla y cuidarla. En la actualidad, la familia sufre situaciones adversas provocadas por el secularismo y el relativismo ético, por los diversos flujos migratorios, por la pobreza, por la inestabilidad social y por las legislaciones civiles contrarias al matrimonio y al favorecer los anticonceptivos y el aborto, amenazan el futuro de los pueblos”.
Es en la familia donde se gesta la fuente primera de la educación que permite desarrollar todas las capacidades del ser humano tanto los valores humanos como los culturales, espirituales y sociales. Dicho en otras palabras, es el hogar la mejor escuela de las virtudes; la célula fundamental e insustituible donde éstas se forjan y comunican.
Recuerdo mis clases de Civismo de la secundaria, en que se nos explicaba que “la familia es el pilar de la sociedad” y que cuando existían un conjunto de familias sanas, formaban un tejido social sano y, lo contrario, una familia dividida por el divorcio y afectada por la violencia intrafamiliar, el alcoholismo, la drogadicción, la delincuencia… tenía como resultado una sociedad enferma y con graves desorientaciones en lo relativo a los valores.
¿Por qué se dice que la familia y la sociedad tienen una influencia mutua? Porque lo ideal es que formen un conjunto armónico. Tienen una función complementaria en la defensa y promoción del bien de todas las mujeres y los hombres. Pero la sociedad y, más específicamente el Estado, deben de reconocer que la familia es una entidad que goza de un derecho propio y primordial y, por lo tanto, el gobierno en sus relaciones con la familia está gravemente obligado a atenerse al principio de la subsidiariedad y proporcionarle la ayuda necesaria para su desarrollo y fortalecimiento. ¿Por qué razón? Porque la familia es el corazón de la sociedad, sin ella se deshilvanaría esa estructura básica de la convivencia humana.
La historia demuestra que cuando el Estado promueve y fomenta a la familia, sobrevienen generaciones de niños y jóvenes sanos, con sólidos valores humanos y espirituales. Se trata de conceptos medulares orientados hacia la conformación de personalidades maduras ya que se genera un ambiente propicio dentro del cual se forman ciudadanos con criterios claros, responsables, laboriosos, generosos, altruistas e interesados por el progreso material y el bien común de la patria y la entera sociedad.
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