No dejan de sorprender las virtudes y valores que nos enseñan los atletas. Detrás de sus triunfos –muchas veces espectaculares- hay un trabajo arduo, callado y perseverante a lo largo de muchos años de esfuerzo.
Por sólo recordar algunos casos de personalidades que han hecho historia en el mundo del deporte, podemos mencionar al jamaiquino Usain Bolt con su asombrosa facilidad para recorrer a toda velocidad muchos metros planos, dejando una amplia ventaja sobre sus competidores. Mismo caso de la holandesa Dafne Schippers, quien tuvo que vencer a la superioridad de las atletas norteamericanas a base de tenacidad y constancia.
Ya ha quedado como un referente en la natación, las glorias de Michael Phelps, quien rompió numerosos récords mundiales en varios juegos olímpicos.
La clavadista mexicana Paola Espinosa logró importantes preseas y reconocimientos, al igual que la rusa Yulia Koltunova. Los atletas chinos Qui Bo y Chen Aisen asombraron al mundo con sus clavados casi perfectos. Lo mismo se puede decir de Wu Minxia y Shi Tingmao en los clavados sincronizados, con calificaciones superiores al 9.0.
Ha surgido una gran gimnasta, Kately Ohashi, de Estados Unidos, que en los últimos años ha logrado calificaciones de 10.0, quien por su talento, gracia y simpatía nos recuerda a la inolvidable rumana Nadia Comaneci.
Dentro las entrevistas que a estos atletas les han hecho en diversos medios de comunicación, destacan ciertas características similares. Algunas de ellas son:
Pienso que estas virtudes y valores son aplicables a nuestra vida cotidiana en el trabajo, en los deberes familiares y sociales. Conseguir la calidad o excelencia en el desempeño laboral o en el estudio, por ejemplo, exige constancia, esfuerzo sostenido y el afán de ambicionar metas nobles y altas para obtener el prestigio profesional y servir mejor a los demás.
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