Cuando nace un bebé lo primero en lo que como cristianos debemos pensar es en su bautismo. Especialmente los familiares con mayor edad, casi siempre las abuelitas, insisten en que lo más pronto posible se lleve a cabo, pero dicen que para que se le borre el pecado. Los padres, desconociendo el significado real y profundo del bautismo, qué responden? Pero si es un angelito, qué pecado puede tener? Y de alguna manera tienen un mínimo de razón, ya que el recién nacido no ha realizado conscientemente una elección de alejarse de Dios y romper su amistad con El…pero qué importancia tiene entonces?
Veamos lo que el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en su artículo 628….”…significa eficazmente la bajada del cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo para una nueva vida…” Rm 6,4. El artículo 950 nos dice: “…El fruto de todos los Sacramentos pertenece a todos. Porque los Sacramentos, y sobre todo el Bautismo que es como la puerta por la que los hombres entran en la Iglesia, son otros vínculos sagrados que unen a todos y los ligan a Jesucristo…”. Artículo 1213…”El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión….”
Así pues, el bautismo es el Sacramento de iniciación cristiana de mayor trascendencia, pues marca el inicio del hombre, aun siendo un bebé, como miembro del Cuerpo místico de Cristo, compartimos la naturaleza divina a partir de ese momento, pues somos hechos sus hijos y como hijos, compartiendo esa naturaleza, asumimos también la responsabilidad que implica ser su hijo, participando de su misión.
Todos los seres humanos nacemos con una naturaleza caída y manchada por el pecado original, por lo que es necesario este nuevo nacimiento en el Bautismo, para ser librados de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios, a la que todos los hombres estamos llamados. Tu como padre privarías a tu hijo de esta gracia inestimable: ser hijo de Dios?
El último mandato de Jesucristo, señalado en Mateo 28,19 fue:”…Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado….”
Si has sido bautizado, formas parte de la Iglesia Católica, por lo tanto es importante que conozcas todo lo que implica el recibir éste regalo maravilloso y totalmente gratuito. Dios Palabra en los libros del Nuevo Testamento nos habla de lo que es e implica ser bautizado:
1º El bautismo y el perdón de los pecados, es tránsito de la muerte a la vida, que nos hace verdaderos hijos de Dios. Hcch 2,38; 1Co 6,11; Col 2, 13; Ef 2,5; Tt 3, 5.
2º Comunica vida, vida divina, que nos hace verdaderos hijos de Dios. Jn 3, 3.5; Gal 4,5; Rm 8, 15; 1Jn 3,1.
3º Nos hace partícipes de la naturaleza misma de Dios. 2P 1,4.
4º Nos transforma en templos donde habita el Espíritu Santo, nos hace morada de Dios. Ef 2, 22; 1P 2, 5.9.
5º Nos injerta en Cristo que muere, que resucita, que es glorificado, Rm 6, 4-5; Col 2, 12; Ef 2,6.
6º Nos introduce como hijos y miembros de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, el Pueblo deDios. 1P 2, 9-10
7º Nos hace partícipes de la triple misión de Cristo: Rey, ungidos para el servicio; Profeta, para comunicar la Palabra de Dios; y Sacerdote, para dar un culto agradable a Dios.
8º Nos marca con un sello indeleble como pertenencias de Dios.
Por lo tanto, el bautizado es un consagrado al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, es decir, a Dios Trinidad. Supone haber sido amados por Dios, elegidos por El y ser tomados como su propiedad. El bautizado es un ser que no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a Dios. 1Co 6, 19-20.
Esta es la gran importancia de este Sacramento de iniciación y es conveniente que tomemos conciencia de ella y de la misión de la que estamos siendo copartícipes con Cristo, para poder entonces cumplir el último mandato de Jesucristo resucitado consignado por escrito en Mateo 28, 19.
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