Qué son los milagros? En los diferentes diccionarios podemos encontrar la respuesta muy fácilmente y todas se sintetizan en que un milagro es “un suceso extraordinario y maravilloso que no puede explicarse por las leyes regulares de la naturaleza y que se atribuye a la intervención de Dios o de un ser sobrenatural.”
Bien! Cualquier suceso extraordinario es obra divina…. O de un superhombre…. O de un santo….. NO! No podemos comenzar a platicar de los milagros cuando se los “atribuyen a seres sobrenaturales”, un milagro siempre es hecho única y exclusivamente por Dios!
Veamos otras definiciones… (heb. ôth, "signo", "muestra", "augurio"; môƒêth, "señal", "prodigio"; pele, "maravilla"; gr. dúnamis, "poder"; seméion, "señal"). La palabra española proviene de lat. miraculum, "un objeto para maravillarse", "una maravilla ?algo maravilloso, una cosa extraña, algo admirable?" (del verbo mirari, "maravillarse ?asombrarse, sorprenderse?")…
Vamos acercándonos un poco… Un milagro es un signo de poder. Si, así de simple, así de corta su definición….así de profunda.
Una obra de poder….. son signos que muestran quién es Jesucristo, quién es Dios, son signos que ejecutan las tres personas de la Santísima Trinidad exclusivamente. Solo Dios es quien obra con poder y a través de sus signos nos manifiesta que es el único y verdadero Dios. Son motivos de credibilidad que muestran que el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu. Jesús actuaba con Palabra y reafirmaba su palabra con signos, obras de poder. Los hombres tenemos cierta renuencia a creer sin ver, como decía Santo Tomás, pero Jesús no solo proclamaba sino que nos mostraba a través de sus obras su poder, su divinidad.
El hombre es una criatura de Dios dotada de una libertad, inclusive para creer en su propio creador. Es en uso de esa libertad que debe responder voluntariamente a Dios. Dios llama a los hombres a servirle en espíritu y en verdad, pero no son coaccionados a hacerlo. Cristo nos invita a la fe y a la conversión, no forzó jamás a nadie. Al contrario, nos mostró claramente en sus milagros, en sus obras de poder, en quién debemos confiar, depositar nuestra fe y entregarnos a su servicio.
Es claro que un milagro es hecho por Dios exclusivamente entonces, porque el objeto de hacerlos es hacer que el hombre voluntariamente crea y se convierta. La misión de Jesús fue instaurar el Reino de Dios en el hombre y para mostrarnos el Reino, para que nuestra elección sea libre y radical, es con éstos milagros que nos lo enseña. Las palabras no bastan en ocasiones y es necesario acompañarlas de obras. Si queremos entrar en el Reino, es decir, hacernos discípulos, seguidores, creyentes, o como quieras llamarle, es preciso conocer los Misterios del Reino de los Cielos. Mateo 13,11. Jesús, acompaña entonces sus palabras con numerosos milagros, prodigios y signos que manifiestan que el Reino está presente en El. Los milagros atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado, por tanto fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de Su Padre, es decir, que es el Hijo de Dios.
Debemos ser cuidadosos ya que un milagro, al ser una obra de poder, puede llegar a ser motivo de escándalo. Su objetivo no es satisfacer una curiosidad ni los deseos caprichosos de una persona o mágicos por o para beneficio personal. Los milagros los hace Dios para manifestar su poder, su Reino, ya que la venida del Reino es la derrota del reino de satanás. Por tanto, un milagro es para reconocer a Dios, darle gloria a Dios!
Ahora bien, Jesús hizo partícipes a los apóstoles de su autoridad y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar, esto no quiere decir que los apóstoles realizaran los milagros, sino que se convirtieron en herramientas de Dios para realizar éstos signos. Dios obra a través de ellos para sanar, liberar. Cristo por medio de ellos dirige su Iglesia. Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Confió ésta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los Apóstoles. Por ello debemos siempre apegarnos al Magisterio de la Iglesia y a la Sagrada Tradición, pues ha sido dada por Cristo mismo.
Ahora bien, Cristo nos pide a todos sus seguidores, ser sus discípulos auténticamente, los discípulos somos llamados a ser como Cristo, asemejarnos a El. Nos ordena, una vez resucitado, proclamar el Reino de Dios. Es por esto que, muchas personas, cristianos, al entregar su vida al servicio del Reino, a su proclamación, actúan semejante a Jesús, porque son instrumentos de Dios en la construcción del Reino. Con el Bautismo nos hace Santos, Reyes, Profetas y Sacerdotes a todos. Por lo tanto, Dios puede realizar obras de poder a través de cualquiera de sus hijos, de sus discípulos, pero es Dios el que actúa, el que hace el milagro, no el discípulo.
De aquí la importancia, una vez más lo señalo, de apegarnos a nuestras 3 únicas fuentes: Sagrada Escritura, Sagrada Tradición y Magisterio de la Iglesia. Todas las acciones que realicemos los discípulos de Cristo, es decir, los ministerios, son y deben ser apegados a nuestras fuentes, pero especialmente tener por objetivo el Reino de Dios, jamás la vanagloria propia y encaminar a que todos los hombres se conviertan y crean en el único y verdadero Dios, dándole toda la gloria a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo exclusivamente.
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