En la vida de la Iglesia es muy común ver peregrinaciones, inclusive participamos de ellas, algunas veces porque nos invitan, otras por devoción a un santo, otras más porque es la costumbre del lugar o del calendario litúrgico. En la mayoría de los casos no conocemos qué son y cuál es su objetivo y al participar de ellas de ésta manera, pierden el sentido y se convierten simplemente en tradiciones.
Es importante empezar por definir qué es una peregrinación: “Son aquellos recorridos y viajes que realiza una persona desde un punto cualquiera hacia un santuario o templo en honor a la religión que profesa y a los dioses que sigue.” En todos los pueblos la religión ha ocupado el centro de su vida social, inclusive política y cada uno fue creando diferentes rituales para agradar a su propio dios. Al pueblo de Israel le fue revelado la existencia de un único y verdadero Dios, Yahvéh y ha peregrinado siempre buscando su encuentro, mostrando su fe y devoción de esta manera. Ese peregrinar desde el punto de vista teológico, es nuestra propia vida que se encamina al encuentro eterno con Dios y en la vida en comunidad lo vemos reflejado en diversas ocasiones en que buscamos ese encuentro.
Dentro de la Iglesia Católica, siempre hemos utilizado las peregrinaciones para acercarnos a Dios, en ocasiones como ofrenda, otras como penitencia, sacrificio, pero en el fondo lo que nos mueve es mostrar nuestro amor a Dios. Los primeros cristianos ya practicaban el peregrinaje a Jerusalén, pero es hasta que el Emperador Constantino proclamó el cristianismo como religión oficial del Imperio y que la Iglesia es Católica, que éstas peregrinaciones adquirieron mayor importancia, ya que de manera libre podían realizarse, sin peligro de persecución. Estas peregrinaciones tenían como destino Roma y Tierra Santa, pero conforme el cristianismo se fue extendiendo en el mundo, cada Iglesia Particular fue realizando las mismas a diferentes santuarios. A partir de los siglos XIV a XVII adquirieron mayor importancia, realizando innumerables peregrinaciones en honor a la Santísima Virgen, ya no únicamente a Dios.
La Iglesia se vive en comunidad y es ahí donde vivimos la fe, esperanza y caridad, esa comunión refleja que la Iglesia es peregrina en el mundo, vamos sorteando de alguna manera las persecuciones del mundo, pero también los consuelos de Dios, vamos en ellas anunciando la cruz del Señor, hasta que venga otra vez.
Es por esto que tanto por alabanza, como por petición y sacrificio, peregrinamos en el mundo en comunidad. Todos juntos caminamos hacia un santuario, lugar de encuentro de los cristianos con Dios, para alabarlo, darle gracias y pedirle su misericordia en aquellas necesidades que nos afligen, iniciando así un camino de conversión, de santidad, de esperanza transformadora y renovadora de nuestra vida, tanto en lo individual como en la comunidad.
El objetivo final es que al encontrarnos con Dios, retomamos el camino de santidad y nos llenamos de Su Luz, que nos guiará e iluminará en nuestra vida.
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