Jesús nos anunció el envío del Espíritu Santo desde antes de su Pascua, pero desconocemos a profundidad quién es y qué hace en nosotros. El Espíritu Santo, Dios Espíritu Santo, permanece en nosotros para enseñarnos y conducirnos a la verdad completa. Es enviado por el Padre en nombre de Hijo, tras la glorificación de Jesús y es en éste momento que se nos revela en plenitud el misterio de la Santísima Trinidad, es decir, la Revelación queda completa y en consecuencia, cerrada.
En el segundo Concilio Ecuménico en el año 381, en Constantinopla, fue confesada la fe apostólica en el Espíritu Santo como Dios, la tercera persona de la Santísima Trinidad. Es Dios, Señor y dador de vida, es uno e igual al Padre y al Hijo, de la misma substancia y también de la misma naturaleza y por esta misma razón es que recibe la misma adoración y gloria, como lo confesamos en nuestro Credo.
La Santísima Trinidad es una. No son varios dioses, sino un solo Dios en tres personas, siendo cada una de ellas totalmente Dios, un solo Dios por naturaleza, pero al mismo tiempo cada una de las tres personas divinas son realmente distintas entre sí. La unidad divina reside en las relaciones que las refieren unas a otras, pero siendo una sola naturaleza o substancia. Todo es uno, no existe oposición entre ellas.
El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana, porque es la revelación al hombre de quién y cómo es Dios. Solo Dios puede darnos a conocer ésta Revelación. La fe católica es que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las personas, ni separando las substancias, una es la divinidad, que merece la misma gloria y coeterna majestad.
¡Comparte este evento con tus amigos!