Después de invocar la presencia del Espíritu, trato de imaginar ese fuego infinito de amor que se convierte en viento impetuoso. Quizás me provoque temor tanto dinamismo. Entonces pido al Espíritu que destruya ese temor que me paraliza. Todos buscamos tener algunas seguridades, y nos aferramos a esas costumbres que nos hacen sentir firmes. De ese modo renunciamos al cambio, a la esperanza, al futuro. El Espíritu quiere desinstalarnos porque nos quiere vivos, no muertos en vida.
Por eso, en su presencia, me hago las siguientes preguntas: ¿No será que el Espíritu está queriendo cambiar algo en mi vida y yo me resisto? ¿No será que he renunciado a tener nuevos amigos, a iniciar cosas nuevas, a cambiar algo, porque tengo miedo de desinstalarme, de perder mi comodidad, porque me aferró a mis propios planes con uñas y dientes y no estoy disponible para la novedad del Espíritu?
¿Siento que el estilo de vida que estoy llevando me permite levantarme cada día como si fuese una nueva aventura en el Espíritu? ¿0 me levanto simplemente para sobrevivir, para cumplir, para soportar la existencia? Le digo al Espíritu Santo que quiero vivir de otra manera, y le pido su fuerza para lograrlo.
*Mons.*
*Víctor Manuel Fernández.*
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