Es muy sano descubrir que mi vida es un regalo, que no tengo que comprarla ni fabricarla. Sería una tarea demasiado grande tratar de producir mi propia vida, tratar de merecerla. Además, es imposible, porque la vida sólo puede ser creada por el Señor todopoderoso.
Muchas personas se enferman y se llenan de nerviosismos y tensiones porque creen que deben hacer miles de cosas para sentir que están mereciendo la vida. Ese es un tremendo engaño. La vida es puro don, sólo hay que recibirla.
Por eso es bueno ayudarse con la imaginación, para tratar de reconocer que en nuestro interior hay una fuente de la vida, que no somos nosotros, es el Espíritu Santo. Así, poco a poco, vamos tratando de sentir que somos generados, producidos por él, como si fuera una turbina que produce corriente eléctrica sin parar.
Imaginemos que somos como una flor, y dentro de nosotros está esa raíz que nos hace florecer con su sabia. Es el Espíritu que da vida. Somos un don, puro don, puro regalo. Vivámoslo con permanente gratitud.
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